Quedaba poco para el alba. El barco de Meshif ya estaba atrás y los héroes avanzaban en pequeños botes. Demasiado saturados de gente, se mantenían a flote de milagro. Un leve movimiento y el tintineo de las armaduras hacían que alguno levantara la cabeza buscando al culpable. Los remos se hundían en el agua verde que no permitía ver el fondo, moviéndola sin apenas generar ruido. La vegetación cada vez se hacía más densa, anunciando que estaban en la jungla.
Pronto visualizarían el puerto. El rio les sirvió para bordear mientras dejaban a la vista el barco fondeado. Pronto los primeros rayos de luz atisbarían el horizonte. Pronto verían lo que ocurre.
Hombres de la tribu de Rathma peleaban sin cuartel ante una gran cantidad de demonios. El silencio se rompió de repente con la emboscada que las bestias soltaron en las pequeñas embarcaciones y casas del lugar. Al principio, una barrera mágica contenía a los demonios pero esta se fue resquebrajando.
Había bestias enormes entre ellos, otros más humanoides, acorazados y bien armados. Nunca habían visto unos siervos tan bien preparados para matar. Se acabaron las hordas fortuitas, los enclenques y los desorganizados. Estos se movían como una unidad, golpeaban como una sola fuerza y la cúpula comenzó a agrietarse.